El cuerpo humano alberga muchas más células microbianas que células humanas. Estos microbios constituyen nuestra microbiota, una comunidad compleja que contiene bacterias, eucariotas, virus y arqueas, y que tienen un gran impacto en nuestra salud. Hoy en día, el término “microbiota” y “microbioma” se usan a menudo como sinónimos (Ruo, Alkayyali, Win, & et al., 2021). 

Un detalle importante es que, la microbiota y el sistema inmunitario se desarrollan y maduran juntos desde el nacimiento, o incluso potencialmente en el útero (Tomkovich & Jobin, 2015). Una vez completamente desarrollado se convierte en un órgano adquirido que proporciona muchas funciones vitales. En ausencia de microbiota intestinal o después de tratamientos con antibióticos, funciones como la regulación inmunológica pueden ser destruidas o pueden ocurrir consecuencias significativas, como su mal funcionamiento y en casos extremos estar relacionada con algunos tipo de cáncer (Sun & Chang, 2014).

Una de estas comunidades microbianas se llama estroboloma, que se define como el conjunto de bacterias intestinales capaces de metabolizar los estrógenos. Estas bacterias codifican enzimas (β-glucoronidasa) capaces de desconjugar los estrógenos conjugados-marcados para la excreción, empujándolos de regreso a la circulación enterohepática. 

Recordemos que el metabolismo de los estrógenos se produce en el hígado luego de ser producido principalmente por los ovarios, este estrógeno es conjugado para pasar al intestino dentro de la bilis, es entonces cuando entran en contacto con el microbioma intestinal. Allí, algunos estrógenos marcados son desconjugados por el estroboloma, mediante hidrólisis y desconjugación, luego son reabsorbidos como estrógenos libres a través de la circulación, regresando a nuestro organismo. 

La actividad de la enzima β-glucuronidasa se puede modular según la dieta y el contexto bacteriano, se ha encontrado que una dieta rica en grasas o proteínas está asociada con una mayor actividad de la enzima, mientras que el consumo de fibra disminuye su actividad (Kwa, Plottel, Blaser, & Adams, 2016), por lo cual de esto dependería la concentración de estrógenos circulando en nuestro organismo. Este mecanismo y regulación del estrógeno, se ha relacionado fuertemente con el cáncer de mama.

La regulación del metabolismo de los estrógenos por parte de los microbios intestinales se conoce desde hace más de una década y, sin embargo, nuestra comprensión al respecto es limitada debido a la complejidad del microbioma que puede variar según la dieta, el índice de masa corporal (IMC), el origen étnico, la raza, la edad, la ocupación, la enfermedad, estado y uso de antibióticos, entre otros. 

Con respecto a ello, estudios interpoblacionales que investigan el metabolismo de los estrógenos en poblaciones asiáticas identifican una menor concentración de estrógenos circulantes en dichas poblaciones. Diversos estudios buscan valorar si es posible modificar el metabolismo de los estrógenos mediante la dieta. 

Algunos alimentos mencionados fueron los siguientes:

    • Semillas de Lino o Linaza:  Este alimento es la semilla de la planta Linum usitatissimum
    • Semilla de Soja y sus derivados: (Glycine max) Se trata de es una leguminosa de alto consumo en los países asiáticos, principalmente en Japón, en donde la incidencia de cáncer de mama es baja. 
    • Indol-3-carbinol: es una molécula muy estudiada que se encuentra en los vegetales del grupo crucíferos, los más comunes para nosotros son el coliflor, el brócoli y el repollo de Bruselas (Smith, 2012).